Una mujer norcoreana fue detenida por predicar la Palabra de Dios y fue enviada a un campo de concentración. Cuando estuve dentro de la prisión no dudó en compartir el evangelio de Jesucristo con otros presos, llegando abrir una iglesia en secreto.
Hea-Woo es una cristiana que logró huir de Corea del Norte. Actualmente vive en Corea del Sur y su testimonio de fe es fuente de inspiración para los cristianos del mundo entero.
Estando encarcelada, meditaba sobre el Salmo 23. «El Salmo de mi vida. Medité en él todos los días en el campo de trabajos forzados. No importaba que estuviera presa. La situación que viví en la cárcel, no cambió el concepto que tenía de Jesús para mí. Sabía que Él es mi pastor», anunció, enfatizando que se sentía tranquila a pesar de las circunstancias.
«Aunque yo estuviera en el valle de la sombra de la muerte, no tenía miedo de nada. Dios me ha confortado cada día. Varias veces, de una manera muy especial, sentí que yo era su amada hija. Sabía que Dios estaba preparando algo para mí, Él me bendecirá», sebrayó.
Luego de un tiempo en la prisión, la mujer enfermó, quedó desnutrida y vivió mucho tiempo en condiciones deplorables en su celda donde se encontraba, dijo que no esperaba estar viva para ser usada por Dios. «Sentí que Dios puso en mi corazón el deseo de compartir el Evangelio con otros en la prisión», recordó.
Estaba completamente prohibido predicar en la cárcel, los guardias serían capaces de matar a cualquiera que se atreviera a compartir el cristianismo, pero aún así, ella decidió cumplir con el deseo de su corazón.
La mujer comenzó a compartir su propia comida con compañeros de celda, ella literalmente le daba vida al hacer eso. «Me di cuenta de que ése era mi llamado, traer vida a los que estaban muriendo. Dando mi propia comida, pude darles vida y sacrificarme a mí misma. Esto me ha permitido compartir sobre Cristo», explicó. Así, fue formando un pequeño grupo de cristianos en la cárcel.
«Dios puso en mi corazón: usar el ambiente anexo a la prisión, pues era el único lugar que podíamos adorar. Éramos cinco personas. No tenía Biblia, así que sólo podía enseñarles los versículos que sabía de memoria. Así realizábamos un breve culto. Les enseñé algunos himnos, que cantábamos en esas reuniones», sebrayóó.
Luego de varios años en prisión, ella logró escapar y ha sido un ejemplo para muchos que todavía no han tenido un encuentro con Cristo. La Iglesia perseguida ha producido cristianos capaces de «liberar» a muchas personas que literalmente viven en prisiones. Actualmente, se estima que entre 50 y 70 mil cristianos están atrapados en campos de trabajo forzoso en Corea del Norte.
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